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Top 5 - Violencia

Cinco obras de arte tratan un tema: hoy: violencia


texto e imágenes por Nahuel Karg




1. Saló, o los 120 días de Sodoma – Pier Paolo Pasolini (película, 1975)


Número puesto a la hora de referir sádicamente obras repulsivas, este film del escritor, poeta, semiólogo, filósofo, actor y director de cine Pier Paolo Pasolini es recomendando en todo el Mundo por consumidores que desean contagiar una enfermedad para poder dialogar sobre ella.

Pendulando sobre el nazismo como posibilidad de todo ser humano, las torturas como consecuencias de un discurso, las violaciones como el constante diálogo del poder y lo escatológico como moda, Saló tiene un espectador consciente y un lector ideal muy presente, que luego estalla a futuro (Haneke y Gaspar Noé como esquirlas de una intención). Asesinado después de haber filmado esta película, Pasolini deja la vara alta de la violencia cuando el erotismo roto es un adoctrinamiento también discursivo.


2. Kill´ em all – Metallica (disco, 1983)


Debutar con una personalidad sonora distintiva y difuminarse con el paso de las décadas a un sonido uniforme: Metallica hizo el camino inverso de cualquier banda de rock que comienza haciendo covers hasta que encuentra su voz. Pero su primer aliento es el combustible del trash y su esencia, formativa (Dave Mustaine, firmante de cuatro de los temas del disco, es obligado a expandir el sonido afuera). Los últimos discos de esta gran banda parecen querer espejarse en las dinámicas figuras de sus primeros trabajos, luego de un exitoso conjunto de CDs (toda una época) al alcance de todos. Sirva Seek and destroy como bandera, gorro y vincha del tratamiento de la violencia banal y casual, que se descubre casi sin querer, letra sobre forma.


3. Yo necesito amor – Klaus Kinski (libro, 1988)


Imposible como pocas obras al sol del respeto entre seres humanos que se exige desde la producción artística hoy, no sólo este libro sino la vida de su creador serían objeto de juicio previo, con demasiadas chances de foros de denuncia hacia el actor (estallando desde el océano retrospectivo). Su hija, la actriz Nastassja Kinski, fue una de las que lo demandó por este manual de memorias al que su enemigo íntimo, el director Werner Herzog, catalogó de “altamente ficticio”. Depredador sexual, cocainómano de platos llenos en restaurantes vacíos, víctima perpetua y agresor irredento, hay en Kinski el cúmulo de posibilidades que se le permitían/exigían al artista como inimputable voz de prueba, desde el Renacimiento hasta el #MeToo.


4. Saturno devorando a su hijo – Francisco de Goya (pintura, 1819-1823)


Lugar turístico del Museo Del Prado en Madrid, este destello de canibalismo, terror a la sucesión y coronación del Ego y del uno mismo como único cierre se eleva frente al viajante de selfie llevar como una postal disonante, subexpuesta, para ponerle flash.

Su sóla imagen, movida como fotograma de film quemado encontrado en la calle, tiene más claves para analizar líderes políticos que todas las autobiografías escritas por el sindicato de testaferros, y leídas en las playas de Cariló y Punta del Este.


5. El parquímetro – Fernando Peña, Diego Ripoll (programa de radio, 2000 – 2002)


Quizás la última obra maestra en Argentina que fue poseída por el Genio.

Cuatro horas de ficción diaria que esculpían un Universo en movimiento en donde Fernando Peña se edificaba como arquitecto, actor, juez, víctima y testigo –y Diego Ripoll jugaba el rol de La Humanidad.

Transitarlo como consumidor, caminando por la calle, inserto en la fenomenología, era participar de una realidad enriquecida que espejaba un país en colapso. Como todo ethos violento que rebota contra un contexto en explosión, hoy sus formas son un diagnóstico en diferido, con muy pocos y dispersos herederos.


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