Pequeñas reacciones de la comedia norteamericana después del #MeToo. Texto sobre Stick & stones de Dave Chappelle, Paper Tiger, de Bill Burr, y otros fenómenos meteorológicos del clima de época.
Por Nahuel Karg
En su especial de 2017 The bird revelation, y en el contexto de las luchas feministas y las denuncias en Hollywood, el humorista norteamericano Dave Chappelle abría el juego: “no creo que (las mujeres) estén equivocadas. Pero así no van a llegar a la paz duradera. Asustaron a los tipos malos. Eso es bueno, pero en cuanto dejen de tener miedo, la situación será peor que antes ”. El comediante está actualmente resonando en la discusión pública por su último especial para Netflix, Stick & stones (2019), en donde mezcla irreverencias (el inicio feliz de una vida sexual al comenzar de niño con Michael Jackson), trampas (las tres variantes del trato del aborto, la política sobre armas) y chistes por debajo de la línea de flotación para el Movimiento LGBT, en las ya típicas definiciones de contragolpe de época que iniciara desde hace algunos trabajos.
El especial del 2019 presentó de inmediato el habitual desdoblamiento crítico del que son objeto las obras con una visión fuerte de mundo. El site recopilatorio de reseñas Rotten Tomatoes presenta sobre este trabajo la calificación baja de los críticos (33%, promedio de 16 críticas) , en contraposición al apoyo del público (99% sobre 35.158 reseñas). Entre las críticas negativas se habla de “ofender intencionalmente a grandes sectores de la audiencia”, “falta de empatía” y de un contenido “diseñado para obtener polémica”. Este caso funciona como reverso exacto de lo que pasara en 2016 con la versión de Ghostbusters con plena formación femenina. Allí, en los días previos al estreno, cientos de miles personas votaron en masa calificaciones negativas de la película al site (hoy tiene 50% sobre 118.853 reseñas “del público”), que quedó muy por debajo del 74% de las 371 críticas jerarquizadas. Las respuestas que parecía encontrar el “varón blanco cis heteropatriarcal” en esos años de pugna y en donde todas las franquicias mayores se volcaban al casting Benetton y a guiones de mérito de deber ser, eran ciertamente torpes: campañas en Change.org para rehacer películas con roles femeninos fuertes o en reemplazo de un masculino, manifiestos de venganza en Reddit, y hasta una versión de Star Wars: The last jedi, con los personajes femeninos eliminados por montaje.
Los últimos años se revelaron determinantes y reveladores. Los casos más duros y postergados serían los de resolución más inmediata. Bill Cosby tuvo que retirarse de la comedia y está ahora encarcelado en la SCI de Phoenix por tres cargos de agresión indecente agravada, con decenas de denuncias. Harvey Weinstein fue despedido de The Weinstein Company y actualmente enfrenta cargos penales de abuso sexual y de violación. La película I love you daddy (2017) de Louie CK no se estrenó en pantallas, y su presencia como el humorista número uno del planeta se convirtió en el suceder de apariciones fantasmales en antros pequeños del que es protagonista ahora, luego de las múltiples denuncias por comportamiento indebido, y apareciendo casi de sorpresa en teatros para evitar escraches, en shows de los cuales surgen grabaciones del público que lo vuelven al ojo de la tormenta. Amazon canceló el estreno del film que le produjo a Woody Allen, A rainy day in New York, y el protagonista del mismo Timothée Chalamet, a la par de otros actores como Rebecca Hall, Mira Sorvino, Greta Gerwig y Ellen Page salieron rápidamente a decir que lamentaban haber trabajado con el director debido a las acusaciones de abuso de su hija menor, reflotadas por declaraciones de la denunciante a la vez que desestimadas por la justicia norteamericana en 1992.
Ahora, el panorama parece haber cambiado algo, o estar en un intento de transición. Casey Affleck, que el año pasado tuvo que bajarse de entregar el premio Oscar a mejor actriz por las denuncias de abuso en su contra, dirige y protagoniza una película sobre un mundo sin mujeres a estrenarse este año (Light of my life, 2019); Roman Polanski presentó su película J'accuse sobre el caso Dreyfus en el Festival de Venecia (en donde la presidenta del jurado Lucrecia Martel llamó a condenarlo pero a escindirlo de La Obra); la película inédita de Woody Allen, A rainy day in New York, finalmente tiene fecha de estreno en Europa para octubre, y el propio Allen es ahora defendido por figuras como Scarlett Johanson y Alec Baldwin, además de estar en preproducción de un nuevo film europeo financiado por Mediapro; Quentin Tarantino, que en su época fuera disruptivo presentando películas protagonizadas por una mujer afroamericana de más de cuarenta años (Jackie Brown, 1997) y por un grupo de mujeres que ajustician a un femicida (Death Proof, 2007), lanzó este año un film (Once upon a time… in Hollywood, 2019, del que hablamos aquí) que funciona de crítica al Hollywood actual, y en cuyo argumento trasciende la metáfora de un héroe femicida que se las ve con jóvenes provocadoras y sectarias, y sus aliados que no pueden sostenerse los pantalones, todes niños ricos, hijas de y ocupas de set; todo eso en un contexto de valoración y segunda oportunidad para Polanski.
(El Mundo, además, se llenó de machos alfa con discursos de atraso, pero esa es otra historia. U otro ángulo de la misma.)
Los ejemplos pueden ser múltiples, pero pareciera que quienes hayan formado parte del problema, o del sistema, a decir de Chappelle, y no estén criminalizados, tienen a la vista una puerta para volver, un camino de redención. Aziz Ansari volvió a Netflix (había sido interrumpida su serie Master of none) con un especial de comedia dirigido por Spike Jonze (Right now, 2019), guardando los primeros minutos para pronunciar, con la pasión de un locutor de legales de publicidad de radio, lo que tenía que decir, para poder seguir con su vida como pequeña celebridad de la comedia. Aziz es el caso híbrido en donde la denuncia de abuso presentaba rasgos a debatir, y claroscuros de comunicación en donde se le revelaba al sospechoso una posibilidad.
–Las primeras historias fueron impactantes –relata el humorista Bill Burr en su reciente especial para Netflix Paper Tiger (2019)–. “Por Dios, son una bestias”. Pero luego empezaron a perder fuerza. Y desde hace unos seis meses todo suena a cita decepcionante. Las denuncias son algo así: “Llegó diez minutos tarde, el pollo estaba frío, creo que fui violada, ¡despídete de tu carrera!”
Bill Burr parece ser otra cara de este antimovimiento, de este contraataque. Lejos de pedir disculpas como Ansari, o de tender los escenarios posibles para cerrar con un chiste, como Chappelle, Burr pivotea sobre sentencias fuertes que no necesitan de un remate. “Las feministas son unas idiotas. No son tan inteligentes como piensan” refiere sin más, para dar pie al debate sobre el papel de Michelle Obama y qué dirían las feministas y los aliados (“la forma más baja de buscar sexo”) ante el posible rol activo de un hombre que ejerciera de primer ciudadano (“la votaron a ella, quedate callado”).
–The feminist are full of shit –brama, en un paradigma muy alejado del manifiesto de Hannah Gadsby, a quien parece referenciar cuando habla del problema de las “mujeres blancas” de países del primer mundo. “No sabía que era tan difícil ser una mujer blanca en Estados Unidos. ¿Qué pasó hoy, cariño, tu Rosè no estaba frío? ¿El carrito del supermercado no andaba bien?”
Dave Chappelle hace lo propio en el también reciente Stick & stones.
–Disculpen –refiere–, pero tengo una jaqueca del #metoo. Chicas, lo dije en el último especial y me costó problemas. Les dije que tenían razón. Pero la solución que proponen no va a funcionar. (…) ¿Murió el sexismo? No, todo lo contrario. Ocho estados, incluyendo el suyo, aprobaron las leyes antiaborto más estrictas vistas en la nación desde Roe vs. Wade.
Antes, en The bird revelation (2017), saltaba en defensa de Louie CK, quien por masturbaciones públicas tuvo que hacerse a un lado del escenario.
–Él se masturba y sorprende a la gente –se ríe–. Me imagino a todos los comediantes leyendo el artículo y diciendo “¿qué?”. Es terrible, lo sé. Perdón mujeres. Sí, tienen razón. Pero, al mismo tiempo, ustedes me entienden… Por Dios, le quitaron todo a Louie. Puede que sea desproporcionado. (…) Una mujer dijo, “que Louie CK se masturbara en frente de mí me arruinó mis sueños”. ¿En serio? Señora, me atrevería a decir que quizás nunca tuvo ningún sueño. Vamos. Qué espíritu más frágil. (…) Imaginen a Louie CK masturbándose enfrente de Martin Luther King y que él dijera “no puedo seguir con este movimiento. Lo siento, pero la libertad de los negros deberá esperar. No sabía que este tipo me mostraría el pene y se masturbaría”.
Hace tan sólo dos años Jerry Seinfeld intentaba una defensa de Bill Cosby como humorista, ante Stephen Colbert en su Late Show:
–Es el mejor –decía–. La mejor obra completa en comedia es la suya.
–¿Ahora podés seguir escuchando su obra? –le pregunta Colbert, a raíz de las múltiples denuncias que afrontaba por drogar y violar mujeres.
–Oh, yeah –respondió automáticamente Seinfeld.
Colbert le responde que Cosby salvó su vida en su infancia, pero que ahora no puede escuchar sus discos. Seinfeld, entonces, discurre sobra la tragedia que justifica la comedia, y otros héroes con pies de barro.
Pero al volver del comercial, Seinfeld, con otro semblante y muy probablemente asesorado, se ve obligado a reformular sus dichos:
–En las publicidades pensé, estábamos hablando de Cosby, y ¿sabés qué? Yo tampoco puedo separar la obra de él como persona. Ahora que lo dijiste, y lo pensé, creo que tampoco puedo separarlo.
Seinfeld tuvo el corte comercial para ser leído y decidir escapar a la lectura. Dave Chappelle presenta en sus especiales este doble movimiento pero en vivo, lo que le permite hacer chistes con todo, sin la necesidad de las disculpas (porque viaja a las dos resoluciones de cada conflicto). Luego de la declaración en defensa de Louie CK, recuerda el viaje en subte que hizo años atrás cargando una valija con cincuenta mil dólares que cobró por un show. Es la primera vez que tenía algo tan valioso por lo que podrían matarlo, analiza. “Entonces me di cuenta lo que les pasa a las mujeres al tener vagina”.
Como sea, estas voces de la comedia están estirando el discurso común, en un doble movimiento que les permite disgregar sobre terrenos en los que hasta hace poco no crecía el pasto. La vehemencia de Bill Burr quizás indique lo que piensa la primera línea de ataque. Todas las tramas están en movimiento, y al parecer esta vez no van a pedir disculpas después del corte publicitario.
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